Esta contundente frase que nos ha acompañado los últimos
meses es el perfecto resumen de la fantástica e icónica película de los 90
dirigida por un Bryan Singer en estado de gracia: Sospechosos
habituales.
Dave Kujan (Chazz Palminteri), agente de aduanas, interroga
a Roger Verbal Kint (Kevin Spacey), un lisiado estafador de poca monta,
único superviviente del misterioso incendio de un barco en el puerto de San
Pedro (Los Ángeles), que dejó 27 víctimas… todas ellas aparentemente
asesinadas.
Durante el interrogatorio, Verbal Kint cuenta que
todo empezó seis semanas antes, cuando, tras una rueda de reconocimiento en la
comisaría de Los Ángeles junto a otros cuatro delincuentes, los cinco sospechosos
habituales planearon lo que en principio iba a ser un sencillo golpe… hasta
que sale a la luz el nombre de Keyser Söze, un peligroso criminal del que todos
hablan y al que todos temen, pero nadie conoce. Es entonces cuando Verbal cita
a Charles Baudelaire:
“El mejor truco que inventó el diablo fue convencer al mundo
de que no existía”
Para luego, haciendo referencia a Keaton (Gabriel Byrne), el
supuesto cabecilla de la banda, alargar la sombra que rodea al enigmático Söze:
“Keaton siempre decía: 'Yo no creía en Dios y, sin embargo,
lo temo'. Pues yo creo en Dios y la única cosa que me asusta es Keyser Söze”
A partir de ahí la película trata de destapar quién está
detrás de ese nombre húngaro que parece ser la pieza central sobre la que gira
todo el misterio.
Otro punto fuerte es el excepcional elenco actoral,
encabezado por el magistral Kevin Spacey –tercera aparición en nuestra sección
Frases de Cine–, cuyo papel de frágil tullido le aportó su primer Óscar,
como Mejor actor de reparto; acompañado de nombres como los ya mencionados
Byrne y Palminteri, Benicio del Toro, Pete Postlethwaite, que dan lustre y
oficio a este fantástico thriller que el compositor John Ottman impregna
de oscuridad y suspense con una inquietante y acertada partitura.
Una de las grandes cintas del final de milenio pasado,
convertida en película de culto, con uno de los mejores y más inquietantes
finales que se recuerde. Una película fascinante que, una vez vista, no te
podrás sacar de la cabeza.
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