"Poético cuento de fantasmas..."
La pérdida de un ser querido deja siempre un difícil vacío en
quien se queda: recuerdos, heridas sin cicatrizar, sentimiento de culpa. Sensaciones
que, sin embargo, se van atenuando a medida que transcurre el tiempo,
inexorable. Pero ¿qué ocurre con la otra parte, la que abandona este mundo?, ¿cómo
se lleva la eternidad?
C (Casey Aflleck), un músico que vive a las fueras de Texas
junto a su esposa M (Rooney Mara), tras fallecer en un accidente de tráfico,
vuelve convertido en fantasma a la casa donde vivía con su mujer.
A partir de un cortometraje que rodó con siete años, el
precoz director estadounidense David Lowery crea un relato sobre la pérdida, el
paso del tiempo, el olvido. Y lo hace enfundando a su protagonista en una
sábana blanca con dos puntos negros a modo de ojos, algo que, en principio, podría
provocar terror o justo lo contrario: una terrible carcajada. Sin embargo, los
planos largos (inolvidable el de la tarta), la impecable fotografía, la conmovedora
banda sonora de Daniel Hart, el formato 4:3 en que está rodada y el buen hacer
de los actores, sin apenas diálogo, consiguen que –cubiertos también nosotros
bajo esa sábana– seamos capaces de compartir su angustia.
Una película que, si bien no es para todos los públicos, una
vez superado el ritmo inicial, algo lento, atrapa al espectador con su
melancólico magnetismo. Inquietante y conmovedora, es una historia de las que
dejan muescas en el alma.
La recomendamos vivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario