“Al final ganan los de siempre”
La nueva obra del director manchego José Luis Cuerda hereda la esencia de la genial “Amanece que no es poco”, pero pone en su punto de mira las bases de la sociedad en la que estamos inmersos.
La nueva obra del director manchego José Luis Cuerda hereda la esencia de la genial “Amanece que no es poco”, pero pone en su punto de mira las bases de la sociedad en la que estamos inmersos.
En un futuro muy lejano –mil años arriba, mil años abajo– el mundo está dividido en dos: por un lado, la élite y la gente que no lo pasa del todo mal, que vive en un edificio, y, por otro, los parados y desheredados, que viven en las afueras. La limonada que vende uno de estos a aquellos provoca el conflicto entre los dos mundos.
A través del absurdo Cuerda se empeña en no dejar títere con
cabeza, caricaturizando prácticamente todos los estamentos del orden
establecido: la pasividad de la juventud, el peligro de que los más humildes se
culturicen y la manipulación de las masas, el poder de los medios de
comunicación, la necesidad de los parados, la maquinaria letal del capitalismo,
el papel de la monarquía… Refleja además hechos fundamentales de nuestra
querida España, como el poder que tuvo el clero durante la guerra o la
Transición a una vida mejor.
Aunque tiene un buen puñado de chistes y situaciones que
arrancan la carcajada –mérito del magnífico plantel de comediantes que alberga
y de la buena dirección de Cuerda–, todo hay que decirlo, no alcanza la gracia
de su primogénita.
Una punzante película que hace plantearse una cuestión:
¿cuál es mayor absurdo: esta alocada cinta o la patética realidad que vivimos?
¡Taxidermia!
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