Diez años han pasado desde la que creíamos que iba a ser la
última aparición en pantalla grande de Clint Eastwood, ese Walt Kowalski que
tanto nos emocionó en Gran Torino. Pero resulta que, a sus 88 años, el
californiano ha encontrado un papel que le viene como anillo al dedo.
Un hombre que ronda los 90, solo, abandonado por su familia y acosado por un banco que pretende quitarle las pocos propiedades que le restan… y que acaba trabajando para un peligroso grupo de narcotraficantes.
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El bueno de Clint acaba trabajando para un cártel. |
Sabíamos que Clint nunca se había ido del todo; pero su
presencia como protagonista indiscutible supone una de las más destacadas
sorpresas de esta película. Y es que las tribulaciones de su personaje
–inspirado en hechos reales– llevan las señas de identidad de su cine: la
soledad, el arrepentimiento, la búsqueda de redención; todo ello contado con un
atractivo clasicismo.
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Intentando recuperar a su familia. |
Si bien parece sencilla en su forma, la película nos cuenta
el último y desesperado viaje de un hombre para tratar de enmendar todo el daño
que ha causado y por el que ha perdido lo que más quería. La figura de Clint
eclipsa las demás actuaciones, ya que es dueño y señor de la pantalla.
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Durante una jornada dura de trabajo. |
Puede que no sea el mejor trabajo de este gran cineasta
americano, pero es desde luego una notable propuesta para rescatar su faceta de
actor y comprobar la vitalidad de la que aún goza a pesar de los años.
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