miércoles, 29 de septiembre de 2021

EARWING (Lucile Hadzihalilovic, 2021)

"El universo de Lucile"

 

                                  


Tercera película de mi primera jornada del Festival de Cine de San Sebastián, y me topo, a las cuatro de la tarde, después de comer, con el nuevo trabajo de Lucile Hadzihalilovic, que regresaba al festival donostierra tras haber ganado el premio New Directors con su primer largometraje, Innocence, y el Premio Especial del Jurado con su segundo, Évolution. Con este tercero compite también en la Sección Oficial de este año.

 

En un lugar indeterminado de Europa, mitad del siglo XX, un misterioso hombre llamado Albert cuida a una niña llamada Mia. La labor del hombre es atender todos los días su boca, ya que la niña tiene dientes de hielo, y alimentarla. Periódicamente atiende las llamadas telefónicas del Maestro, que se preocupa por el estado de la niña, hasta que, llegado un día, debe prepararla para que salga al exterior.

 

Paul Hilton se pone en la piel del misterioso Albert.

Desde el comienzo, con los títulos de crédito, la película nos intenta adentrar en una especie de cuento gótico, en el que los silencios (la primera palabra suena pasados los veinte minutos de proyección), la oscuridad que inunda todo, las texturas sonoras que acompañan el relato y la sobriedad de los actores, ayudan a crear un denso y claustrofóbico ambiente.

 

La penumbra y el silencio es una constante en la película.

Tengo que reconocer que esta adaptación de la novela homónina de Brian Catling no logró engancharme del todo: el rompecabezas que la directora crea con los variopintos personajes que pueblan la historia me deja tan descolocado que salgo con una sensación extraña del cine, por un lado apabullado por su oscura puesta en escena, pero por otro sin acabar de desentrañar su esquiva trama.

 

Celeste es de los pocos personajes que se cruzan con Albert.

A pesar de todo, es de reseñar y agradecer que un festival como éste dé visibilidad a películas como la que ahora nos ocupa, que apuestan más por las sensaciones que por la narrativa. 

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