"La burocracia que duele.."
El cine del británico Ken Loach siempre se ha
caracterizado por su alto compromiso social al reflejar, con gran realismo, la
lucha del desfavorecido. En esta ocasión lo enfrenta a la máquina burocrática
que, arrollándolo todo a su paso, representa la administración pública, lo que
le valió la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes.
Daniel Blake (Dave Johns) es un carpintero que, a sus 59
años y debido a una dolencia cardíaca, se ve obligado a acudir a las ayudas
sociales para sobrevivir. En su infastuoso periplo por hacer valer su derecho,
se cruza con Rachel (Hayley Squires), una madre soltera con dos hijos obligada a vivir lejos de
su tierra natal para poder disfrutar de una vivienda social. Juntos se apoyarán
y ayudarán.
La historia es como un puñetazo en la boca del
estomago, directo, sin concesiones; muestra, en toda su crudeza, la
deshumanización del sistema público a la hora de tratar, poniendo trabas en vez
de allanar el camino, con los individuos y gestionar las ayudas.
Loach cuenta para ello con su guionista
habitual, Paul Laverty, y una pareja de protagonistas desconocidos en la gran
pantalla, una soberbia Hayley Squires y el cómico británico Dave Johns, que
hacen que el mensaje cale más hondo en nuestras conciencias.
A pesar de perder fuerza en el previsible
tramo final, con un par de situaciones impostadas que solo buscan la
lagrimilla fácil, estamos ante un serio y acertado ejercicio de denuncia social
que refleja la progresiva deshumanización de un sistema que parece tener como
enemigo, contra toda lógica, a las personas.
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