“Entre libros, nadie puede sentirse solo”
La soledad es algo que asusta a mucha gente; sin embargo, es imprescindible
para la práctica de ciertos placeres, como la lectura. Pues bien, la película
que hoy tenemos entre manos va de eso: de libros y de soledad.
En un pequeño pueblo de la Inglaterra de finales de los cincuenta,
Florence (Emily Mortimer) está decidida a abrir una librería en un antiguo
caserón. En cambio, la aristócrata del pueblo (Patricia Clarkson), secundada por
la cobardía de los vecinos, parece tener otros planes para el establecimiento.
A pesar de ello, Florence, con la ayuda de la joven Christine (Honor Kneafse) y
del misterioso y respetado Mr. Brundish (Bill Nighy), tratará de cumplir su
sueño.
Isabel Coixet adapta a fuego lento una novela de Penelope
Fitzgerald, cuyos ingredientes son la soledad, la clasista sociedad de la
época, el coraje, la cobardía, la mezquindad y, por encima de todo, el amor por
los libros, que hace a la gente actuar con libertad y decisión.
Destaca el gran trabajo interpretativo de Mortimer y Nighy, que
nos regalan, sin apenas tocarse, una intensa escena de amor frente al mar. Por
su parte, Clarkson, en un pequeño pero fundamental papel, borda con finura el
registro malvado. Es de subrayar también la fotografía de una naturaleza que
sirve de alivio para unos personajes cansados de lidiar con la mediocridad del
resto del pueblo.
Una película íntima, con un ritmo lento pero rica en gestos,
miradas, silencios, diálogos que la hacen apetecible a cualquier espíritu ávido
de amor y de esperanza.
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