Una sociedad dirigida por mujeres: esa es la tesitura en la
que nos pone la directora francesa Marine Francen en su ópera prima, una
película que, a pesar de relatar un episodio negro del país vecino, se decanta
como un alegato reivindicativo del papel relevante de la mujer en la sociedad
actual.
En la Francia de 1852, un pequeño pueblo de los Alpes se ve arrebatado de todos los varones, aprisionados por las tropas de Bonaparte; las mujeres, obligadas a organizarse en su ausencia, llegan a un pacto, por el cual todo hombre que aparezca deberá ser compartido.
Francen debuta en la dirección tras haber trabajado como
asistente de dirección de Michael Haneke (Amour) y Oliver Assayas (Después
de mayo), en la adaptación de un relato corto de Violette Alhaud de la que
ella misma también es guionista.
El resultado es una atrayente película
que, cocinada a fuego lento, no solo muestra la organización de un grupo de
mujeres, sino también la necesidad de las más jóvenes de tener sexo y crear
vida. Una pulsión femenina, perfectamente reflejada en la cinta, que pondrá en
la encrucijada a un misterioso herrero que de repente aparece por la aldea.
La elección del académico formato 4:3 para su rodaje y la
majestuosa fotografía hacen que el resultado tenga imágenes de una gran belleza
pictórica. Además, la perfecta recreación de la época relatada y el buen hacer
de los actores redondean una película que, pese a su desarrollo pausado,
mantiene el interés en todo momento.
Otra muestra del interesante cine que se hace en nuestra
vecina Francia: para disfrutar en la gran pantalla y dejarse atrapar por su
fascinante tono feminista.
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