martes, 9 de abril de 2019

DOLOR Y GLORIA (Pedro Almodóvar, 2019)

“Las noches que coinciden varios dolores, creo en dios y le rezo. Los días que solo padezco un tipo de dolor, soy ateo”.





Al día siguiente de ver la última película de Almodóvar escuché en la radio el caso de Jo Cameron. La británica, en una operación de muñeca, le comentó al anestesista que no le durmiera porque ella no sentía el dolor; este último no la creía, pero estudios científicos han demostrado una mutación en su genética que le hace no sentir el dolor. Una ventaja a priori que la deja sin embargo sin el aviso del peligro, función primitiva del dolor. Por ello su piel está llena de cortes y quemazos.
 

Salvador Mallo es un director de cine que reflexiona sobre su declive: el dolor corporal que sufre ha vencido a su voluntad creadora. Mientras los recuerdos le abruman, se despierta en él una necesidad de cerrar heridas del pasado, y con ella de nuevo la necesidad de escribir.


El mimetismo del actor malagueño es espectacular.


Almodóvar se desnuda completamente y compone una película llena de retazos de su vida, situaciones y experiencias que en cierta manera han tenido que ver con él. El director manchego hace un repaso general: reconciliarse con la gente que conoció en los agitados años 80 (un actor con el que cortó relaciones o un amante cuyo recuerdo sigue latente); el recuerdo de su infancia, con sus luces y sombras; la figura de su madre tanto de joven como de mayor; los innumerables dolores que sufre su castigado cuerpo. Y todo lo hace con la elegancia y la delicadeza de un director que se siente en la cúspide de su carrera.


Una maravillosa Julieta Serrano interpreta a la madre.


El resultado es un trabajo primoroso, con un montaje y un guion exquisitos, moldeado con la envolvente y magnífica banda sonora de Alberto Iglesias. Descomunal está Antonio Banderas, alter ego del director, que, con sus sutiles y pequeños gestos y forma de hablar, nos trae la imagen del mismísimo Almodóvar. Asier Etxeandia, Leonardo Sbaraglia, Penélope Cruz o Julieta Serrano dan mucha solidez a la historia. El niño Asier Flores y el joven César Vicente son todo un descubrimiento.


Penélope Cruz y Asier Flores descubriendo la casa-cueva, su nuevo hogar.


Una muy recomendable película que solo puede ser escrita por alguien que ha sufrido tanto en su cuerpo como en su mente el azote continuo del dolor. Se ve que el manchego más internacional no padece la rara mutación genética de Jo.

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