“Aquel verano del 69”
Cuando se agitan religión, política e identidad nacional en una misma coctelera la mezcla puede dejar heridas abiertas difíciles de cicatrizar a pesar del paso de los años. El director británico Kenneth Branagh, a través de los ojos de un niño de nueve años, nos enseña el convulso momento que se vivió durante el verano de 1969 en la ciudad norirlandesa de Belfast.
Buddy es un chico feliz que se divierte en la calle jugando
y que vive con sus padres y un hermano mayor en una zona obrera de la ciudad.
La atenta y cariñosa madre es la que saca adelante al crío, ya que el padre
mantiene largas ausencias debido a su trabajo en Inglaterra. Los maravillosos
abuelos ayudan también en la crianza del pequeño.
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Buddy es un niño feliz que se divierte jugando en la calle. |
Branagh nos hace retroceder hasta su infancia para, con una
primorosa fotografía en blanco y negro, revivir los recuerdos de los conflictos
que se registraron en el barrio donde residía. La película se centra en la
mirada del niño: el afecto recibido por su familia, la lucha que mantienen los
padres por protegerle, el amor que transmiten los abuelos, los conflictos que
se le plantean con la religión casi siempre de por medio.
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El cine formó una parte importante de la infancia del pequeño. |
La historia deja una grata sensación de optimismo donde el
cariño triunfa por encima del odio, algo que viene de maravilla para estos momentos
tan ruidosos y agresivos que vivimos. Interesantes los guiños cinéfilos que nos
deja el director que ponen la nota de color. Gustándonos mucho el elenco
actoral, queremos poner el acento en el niño Jude Hill, la madre Cailtrione
Bale y los abuelos Ciarán Hinds y Judi Dench.
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Las escenas con los abuelos son muy entrañables. |
En definitiva, una luminosa y bonita película que funciona
como una carta de amor a los orígenes del director, y que resulta esperanzadora
en medio de esta zozobra que pretenden crear ciertas posiciones
políticas.
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