DÉJAME SALIR (Jordan Peele, 2017)

"Trasfondo social... sin sobresaltos"

Por mucho que la realidad tienda a superar a la ficción, hay situaciones que sólo pueden ser fielmente representadas, traspasados los límites de lo real, mediante la fábula. Es precisamente lo que ocurre con esta sátira sobre los prejuicios interraciales que es Déjame salir: un ácido caramelo, bien envuelto en elegante –aunque manoseado– papel de thriller de terror, que su director, el cómico Jordan Peele, ofrece a la bienpensante clase media blanca.

Chris (Daniel Kaluuya) es un joven fotógrafo negro de visita en casa de la blanca, adinerada y liberal familia de su novia Rose (Allison Williams). Allí es recibido por el comportamiento ridícula y excesivamente complaciente de los padres (Bradley Whitford y Catherine Keeler), que alcanza el paroxismo, al día siguiente, en la fiesta que, como cada año, estos celebran con sus amistades, y que se convierte en un genial e incómodo aquelarre de blanquísima corrección política. Sin embargo, aún más inquietante es la extraña actitud de los pocos hermanos que encuentra el protagonista… cuya explicación no tardará en descubrir.

En su debut como director, Peele acierta a la hora de mostrar, caricaturizado, el racismo sutil y muchas veces inconsciente de una bienintencionada clase media blanca, amiga de Tiger Woods y votante de Obama. Un racismo que no surge de la hostilidad, sino de la frontera, levantada por medio del exceso de condescendencia, que avergüenza y condena al otro a su condición de diferente.

Poco importa, pues, que, como película de terror y suspense cuidadosamente ensamblada, no depare demasiadas sorpresas ni sobresaltos. Con un estilo grácil y un acertado elenco de actores (entre el que sobresale la naturalidad cómplice de la pareja interpretada por Williams y Kaluuya –perfecta cara de la incomodidad), esta mordaz y cómica cinta expone, sirviéndose de la fantasía propia del género de terror (tan próximo, por absurdo, al humor), un problema muy real sobre el que reflexionar.