“El gobierno de la violencia y la sequía”
Fue en una feria del libro de Huesca, allá por el año 2013, cuando me topé con la primera obra
del extremeño Jesús Carrasco, Intemperie, una novela rural que cosechó
gran cantidad de premios. Impactó por su descarnado retrato a través de la piel
de un niño en un entorno yermo y hostil que hacía sentir la sed y el polvo que
lo inundaba todo.
Un niño huye de su capataz y sus secuaces sin motivo
aparente por una árida llanura que parece infinita. En un determinado momento
se encuentra con un pastor que se convertirá en su última esperanza para seguir
con vida.
Benito Zambrano sitúa la historia en la Andalucía del año 1946, en
plena posguerra, y rejuvenece la figura del pastor, para seguir al muchacho en
su huida desesperada hacia un sitio mejor. Le da también una nota de western
crepuscular en el que se confronta el bien y el mal en un terreno inhóspito,
destacando el fuerte vínculo de amistad que se establece entre el crío y el
cabrero, dos almas solitarias que, a pesar de la diferencia de edad, se dan
cuenta de que se necesitan el uno del otro.
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El niño y el pastor pronto congeniarán y se ayudarán mutuamente. |
Reseñables son las tres interpretaciones principales: el
joven actor Jaime López es el que lleva el peso de la historia resultando muy
creíble; Luis Tosar, como suele ser costumbre, nos regala un místico e
interesante personaje, y por último Luis Callejo lo clava como el malo malísimo
que pasa por encima de cualquiera con tal de satisfacer sus necesidades más
ocultas. La cuidada fotografía y su gran música suman al
conjunto final de la historia.
El capataz interpretado por Luis Callejo es la viva imagen del mal. |
Una difícil adaptación que, si no crea tanto impacto como lo
hizo su lectura, es una interesante película que te hará salir de su visionado
con unas ganas terribles de beber agua.
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