En una habitación de unos juzgados donde hace un calor
asfixiante y encima no funciona el ventilador, un grupo de hombres que forman
parte de un jurado popular se encierran para ponerse de acuerdo todos y cada
uno de ellos en declarar a un adolescente culpable o no del asesinato de su
padre, lo que le condenaría o no a morir en la silla eléctrica.
Doce hombres, cada uno de su padre y de su madre, con sus
problemas y sus preocupaciones, tienen en su mano el poder de decidir el futuro
de un chaval de apenas 18 años al que la vida no le ha tratado nada bien desde
pequeño.
Los testimonios y
pruebas presentadas durante el juicio hacen indicar que el acusado deba ser condenado,
pero un miembro del jurado no lo ve tan claro y ante las dudas razonables que se
le plantean decide en una primera votación declararlo no culpable.
La cinta va reflejando como, después de hablar un poco,
observar y razonar, a los miembros del jurado les van surgiendo dudas
razonables que en una primera impresión pasaron inadvertidas, ya que estaban
nublados por sus propias experiencias, prejuicios y suposiciones.
Después de que uno de ellos evidencie todos sus prejuicios y
presuposiciones contra los jóvenes como el chico que está siendo juzgado, y que
todos los demás le dejen solo, uno de ellos comenta la siguiente frase:
"Donde quiera que se encuentre el prejuicio, siempre nubla la verdad."
"Doce hombres sin piedad" (Sidney Lumet, 1957) es un impactante e intenso relato que disecciona
a la perfección la mente y la forma de actuar de la condición humana. Por curiosidad y debido a la
teatralidad de la historia os dejo el enlace de la versión española que se hizo
para el programa Estudio 1 y que fue un rotundo éxito.
Desde aquí os recomendamos encarecidamente que veáis la
película y que disfrutéis y saquéis vuestras propias conclusiones, cine en estado puro.
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