jueves, 7 de mayo de 2015

Donde quiera que se encuentre el prejuicio, siempre nubla la verdad.


En una habitación de unos juzgados donde hace un calor asfixiante y encima no funciona el ventilador, un grupo de hombres que forman parte de un jurado popular se encierran para ponerse de acuerdo todos y cada uno de ellos en declarar a un adolescente culpable o no del asesinato de su padre, lo que le condenaría o no a morir en la silla eléctrica.

Doce hombres, cada uno de su padre y de su madre, con sus problemas y sus preocupaciones, tienen en su mano el poder de decidir el futuro de un chaval de apenas 18 años al que la vida no le ha tratado nada bien desde pequeño.


Los  testimonios y pruebas presentadas durante el juicio hacen indicar que el acusado deba ser condenado, pero un miembro del jurado no lo ve tan claro y ante las dudas razonables que se le plantean decide en una primera votación declararlo no culpable.

La cinta va reflejando como, después de hablar un poco, observar y razonar, a los miembros del jurado les van surgiendo dudas razonables que en una primera impresión pasaron inadvertidas, ya que estaban nublados por sus propias experiencias, prejuicios y suposiciones.


Después de que uno de ellos evidencie todos sus prejuicios y presuposiciones contra los jóvenes como el chico que está siendo juzgado, y que todos los demás le dejen solo, uno de ellos comenta la siguiente frase:

"Donde quiera que se encuentre el prejuicio, siempre nubla la verdad."

"Doce hombres sin piedad" (Sidney Lumet, 1957) es un impactante e intenso relato que disecciona a la perfección la mente y la forma de actuar de la condición humana. Por curiosidad y debido a la teatralidad de la historia os dejo el enlace de la versión española que se hizo para el programa Estudio 1 y que fue un rotundo éxito.


Desde aquí os recomendamos encarecidamente que veáis la película y que disfrutéis y saquéis vuestras propias conclusiones, cine en estado puro.

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