"La veloz mutación de libro a película"
Siempre ando receloso cuando se estrena una
película basada en un libro que ha tenido mucho éxito y que encima yo también
he leído. Normalmente la experiencia no suele ser nada positiva: mi cabeza ya
se ha montado su propia película al pasar por mis manos la historia. A pesar de
todo, casi siempre se me apodera la curiosidad. Así, aprovechando la fiesta del
cine y a pesar de todos los antecedentes, sucumbí también en este caso.
Rachel (Emily Blunt), una mujer desolada por
su divorcio, intenta encontrar refugio en la bebida y en la invención de vidas
ideales a desconocidos con que se cruza durante los trayectos del tren a Nueva
York que toma cada día. En uno de esos viajes será testigo de un extraño suceso
en el que se verá involucrada.
Basada en la novela homónima escrita por Paula
Hawkins, la película se ciñe prácticamente a la estructura narrativa que
sugiere el libro; pero lo hace con un ritmo lento y pausado, sobre todo en la
presentación de la historia y de los personajes, que puede ser algo
desconcertante y pesada para el espectador. A medida que la historia avanza y
nos adentramos en sus vericuetos y continuos flashbacks, nos vemos inmersos en
un enredo en lo que nadie es quien aparenta.
Emily Blunt lleva el peso de la película con ese
obsesivo y apaleado personaje, atrapado en su propia existencia, que de repente descubre una fuente que puede
arrojar algo de luz a su oscura rutina y volver a dar sentido a su descuidada
vida.
Un thriller que pasará sin pena ni
gloria; quizás la premura de los productores por realizar la película,
aprovechando el tirón de la novela, haya hecho que el producto final no sea más
que un simple encargo.
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