Si te paras a pensar por un momento que tienes que ver, a
altas horas de la madrugada, como fue mi caso, 145 minutos de coreano y japonés
con subtítulos danzando abajo, el primer impulso sea probablemente el de
echarse para atrás; pero si, profundizando un poco, observas que la película
está dirigida por el siempre interesante director surcoreano Park Chan-wook, la
cosa empieza a cambiar.
En la Corea de los años 30, durante la colonización
japonesa, una joven coreana llamada Sookee (Kin Tae-ri)es contratada como doncella de una
rica y poderosa mujer japonesa, Hideko (Kin Min-hee), que vive enclaustrada en una mansión
bajo el yugo de un tiránico tío de peculiares filias. Confabulada con un
estafador que se hace pasar por conde, Sookee conspirará contra Hideko.
Con una elegante puesta en escena, gran potencia visual y
una sugestiva banda sonora, la película exuda sensualidad y belleza en cada
fotograma, mezclando de forma sutil el thriller con el drama, pasando por el
romance. La película, dividida en tres actos correspondientes a los puntos de
vista de las protagonistas femeninas, está basada en la novela Falsa
identidad, de la galesa Sarah Waters. Es de admirar el saber hacer de
Chan-wook para trasladar de forma magistral la historia, de la época victoriana,
como aparece en el libro, a la Corea de la década de los 30.
Con los selectos ingredientes de misterio, sensualidad,
pasión, traición, violencia, el director nos regala una hipnótica historia de
la que es mejor no desvelar nada más y dejarse atrapar por su enigmático
encanto. A ello contribuyen en buena parte las dos principales actrices, Kim
Min-hee y Kim Tae-ri, cuyas impecables y sentidas actuaciones transmiten toda
la fuerza y ardor que sostienen la historia.
Una sugerente y entretenida propuesta que te mantendrá
alerta hasta el final: altamente recomendable.
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