viernes, 3 de abril de 2015

¿De qué sirve confesarme, si no me arrepiento?

En nuestra primera frase de cine hemos homenajeado a uno de los títulos indispensables en la historia del séptimo arte.



Nos situamos en la tercera y última entrega de la magnífica e irrepetible saga de “El Padrino”, donde nos encontramos a un Michael Corleone (Al Pacino) entrado ya en años, muy fatigado y con continuos ataques de diabetes, después de haber salido ileso del enésimo atentado de asesinato perpetrado contra su persona.


Michael, aconsejado por su viejo confidente Don Tommasino, se entrevista con el Cardenal Lamberto, quien está en la carrera para convertirse en el próximo Papa, para trasladarle los temores que tiene sobre las malas intenciones del arzobispo Gilday, el cual está obstaculizando los “negocios” de la Familia. 

Entre ellos enseguida se forma un fuerte vínculo, el cardenal después de escuchar a Michael sus fundadas sospechas, le ofrece el sacramento de confesión justo antes de comentar: “la mente sufre y el cuerpo pide ayuda”, a lo que Michael, que en un principio siente que podría ser un gesto desesperado, se disculpa con la frase “¿De qué sirve confesarme, si no me arrepiento?”…

Lo que continúa, si ya lo habéis visto, os animo a volver a ver la escena de la confesión de Michael Corleone, porque realmente merece la pena ser recordada. Si no es el caso, os invito a que degustéis la trilogía entera, una sobredosis con alto contenido de CINE en mayúsculas.


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